El subterráneo

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Nos recuerdo corriendo por el túnel,
tú, envuelta en el abrigo de viaje,
y yo, un gran dios de fragata, atajándote el camino
para que no te volvieras junco

o alguna otra flor blanca jaspeada en carmesí,
mientras el abrigo aleteaba salvaje y un botón tras otro
salían volando y caían sobre tu rastro
entre el subterráneo y el Albert Hall.

De luna de miel, bajo la luz de luna, llegando siempre tarde
     a los festejos,
nuestros ecos se ahogaban en aquel corredor y ahora
vengo como Hänsel, entre las piedras bañadas de luz de luna,
recorriendo de nuevo aquel sendero, recogiendo los botones,

para terminar en una estación de luces encendidas
donde los trenes se han ido, los rieles mojados,
desnudos y tensos como yo, todo atención,
tras tus huellas, y maldito sea si vuelvo la vista.

Seamus Heneay en «Isla de las estaciones»

(Traducción de Pura López Colomé)